jueves, 28 de diciembre de 2006

HISTORIA SIN ANTEOJERAS


HISTORIA SIN ANTEOJERAS



Carlos Hermida
Uno de los peores defectos de la llamada historiografía militante (la historia escrita desde posiciones estrictamente ideológicas y políticas) es la defensa a ultranza de afirmaciones y postulados al margen de cualquier comprobación empírica y documental. Los mitos y leyendas sostenidos por este tipo de historia se perpetúan a lo largo del tiempo como si se tratara de dogmas religiosos que deben ser defendidos frente a peligrosos herejes. Buen ejemplo de este encastillamiento doctrinal nos lo ofrece la historiografía anarquista y trotskista al abordar la figura de Stalin. El cliché elaborado por Trotski en los años treinta se ha mantenido sin variaciones hasta la actualidad, contando para su difusión con la inestimable ayuda de historiadores, periodistas y medios de comunicación burgueses. Un sospechoso maridaje une al trotskismo y a la derecha en sus apreciaciones sobre el dirigente soviético, al que consideran una especie de zar rojo sediento de sangre. En la iconografía trotskista, Stalin traiciona el legado de Lenin y la revolución de Octubre, conduce a la clase obrera a continuas derrotas, ordena represiones masivas contra el partido bolchevique, protege a la nueva casta burocrática que se ha adueñado de la Unión Soviética y comete el imperdonable crimen de firmar el Pacto germano-soviético en agosto de 1939. Me asombra que todavía no se haya culpado a Stalin de la muerte de Manolete, porque aquel toro Islero que acabó con la vida del diestro en 1947 bien podría haber sido un astado estalinista enviado por el Comité Central del Partido Comunista de la URSS con el único y siniestro objetivo de asestar un duro golpe a nuestra fiesta nacional. La Guerra Fría contribuyó a fijar un modelo interpretativo de Stalin no sólo falso, sino inservible para analizar la complejidad política, social y económica de ese período que conocemos como estalinismo (1929-1953). Además, la apertura parcial de los archivos soviéticos está proporcionando nuevos datos –y proporcionará más en el futuro-- que van a obligar a los historiadores a realizar una revisión en profundidad de la figura de Stalin. El estudio de cualquier período histórico nunca puede darse por cerrado; por el contrario, el análisis de nuevas fuentes documentales o el desarrollo de novedosos enfoques interpretativos cambia necesariamente nuestra visión del pasado, volviendo obsoletas o simplemente erróneas las interpretaciones sustentadas hasta ese momento. Un historiador que ignore los hechos objetivos para seguir manteniendo modelos que encajen con sus prejuicios ideológicos, deja de ser historiador para convertirse en un historietógrafo o, sencillamente, en un panfletista al estilo de Pío Moa y César Vidal.En mi opinión, considero que buena parte de las afirmaciones y juicios realizados sobre Stalin adolecen de rigor científico por carecer de soporte documental y haber sido emitidos desde posiciones ferozmente anticomunistas. En ocasiones, se trata simple y llanamente de burdas mentiras, sin olvidar la ocultación o la omisión de determinados hechos.Sin duda alguna, el tema de la represión de los años 1936-1938 es uno de los preferidos de la historiografía trotskista y antiestalinista en general. Durante años, una legión de historiadores se dedicó a ofrecer cifras fantásticas sobre la represión durante los años treinta. Los detenidos y fusilados se contaban por decenas de millones, convirtiendo a Stalin en un paradigma de la malignidad equiparable a Hitler. Aunque los archivos soviéticos estuvieron cerrados hasta 1991, ello no fue obstáculo para que , saltándose todas las normas científicas de la investigación histórica, individuos como Robert Conquest se permitieran afirmar que la URSS era un inmenso campo de concentración. La apertura parcial de los archivos ha desmontado todas estas elucubraciones, rebajando drásticamente las cifras de la represión., tal como han demostrado las investigaciones de J. Arch Getty y Oleg V. Naumov , que han trabajado con los fondos documentales del Archivo Estatal de la Federación de Rusia, del Centro Ruso de Conservación y Estudio de la Historia Reciente y del Depósito Central de Documentación Reciente, y del historiador Víctor Zemskov. Sin embargo, los nuevos datos proporcionados por los archivos no han provocado rectificaciones ni reflexiones por parte de los propagadores de mitos y leyendas. Muchos historiadores que lamentaban amargamente la imposibilidad de consultar los archivos soviéticos parece que ahora ya no tienen la menor intención de trabajar en ellos. Cuando la realidad no ha confirmado sus insidias, han preferido volverle la espalda y dedicar su atención a temas más productivos y lucrativos. No se pueden seguir ignorando las aportaciones historiográficas de Ludo Martens y Grover Furr en relación con temas tan controvertidos como los denominados juicios de Moscú y la condena y ejecución de Zinoviev, Kamenev y Bujarin. Algunos libros intencionadamente olvidados, como Misión en Moscú, escrito por Joseph Davis, embajador estadounidense en la URSS durante los años treinta, desmienten que aquellos procesos fueran simplemente una farsa judicial, y los testimonios de ingenieros norteamericanos que trabajaron en la URSS confirman la realización de sabotajes en fábricas y minas (LITTLEPAGE, John: En busca de las minas de oro). Tampoco es posible mantener el mito del genocidio ucraniano cometido por Stalin tras las investigaciones efectuadas por Douglas Tottle. Incluso un historiador tan poco sospechoso de estalinismo como Robert Service niega en su Historia de Rusia en el siglo XX (Barcelona, Crítica, 2000) que tal genocidio existiera. Zhores A. Medvedev y Roy A. Medvedev también han desmontado muchos de los absurdos tópicos tejidos en torno a la actuación de Stalin durante la Segunda Guerra Mundial (El Stalin desconocido, Barcelona, Crítica, 2005).Disponemos ya de un material lo suficientemente sólido como para replantearnos la mayoría de juicios emitidos sobre Stalin e iniciar una nueva aproximación a su personalidad y a su acción política. No se trata de justificarlo todo ni de fabricar apologías, sino de hacer historia de forma rigurosa y científica. Personalmente, y como ya he comentado en numerosas ocasiones, las luces y las sombras forman parte inseparable del que sin lugar a dudas fue uno de los estadistas más notables del siglo XX. No negamos las zonas de penumbra, pero la industrialización de la URSS, los gigantescos avances científicos y educativos del país en los años treinta y la victoria sobre el nazismo en la Segunda Guerra Mundial constituyen páginas brillantes del legado de Stalin.La burguesía está en su papel cuando calumnia a Stalin y le acusa de los peores crímenes. Lo verdaderamente bochornoso es que organizaciones presuntamente revolucionarias o simplemente de izquierdas coincidan plenamente con las posiciones de la burguesía en esta cuestión y reproduzcan las mismas mentiras y las mismas tergiversaciones. Las discrepancias políticas e ideológicas en el seno de la izquierda son legítimas, pero también forma parte de su patrimonio cultural e histórico el análisis crítico de la realidad y la rectificación política cuando esa misma realidad contradice los planteamientos teóricos. Lo que no es revolucionario, ni de izquierdas ni honesto, es hacer del antiestalinismo una forma de vida que produce suculentos beneficios en forma de derechos de autor.

1 comentario:

Stratego dijo...

Libros para descargar:

EL ARTE DE LA VENTAJA
http://www.personal.able.es/cm.perez/Extracto_de_EL_ARTE_DE_LA_VENTAJA.pdf

EL GRAN JUEGO – NUMERO UNO EN VENTAS –
http://www.personal.able.es/cm.perez/Extracto_de_EL_GRAN_JUEGO.pdf

ESTRATEGIA Y MENTE – NUMERO DOS EN VENTAS –
http://www.personal.able.es/cm.perez/estrategiaymenteres.pdf

36 ESTRATEGIAS CHINAS –ÉXITO DEL AÑO 2.006 -
http://www.personal.able.es/cm.perez/36_estrategias_chinas.pdf

OPINIONES SOBRE LOS LIBROS
http://www.personal.able.es/cm.perez/comentarioslibros.htm