miércoles, 3 de enero de 2007

LA POLÍTICA DE LA VENGANZA




La ejecución de Sadam Hussein, que según las agencias informativas se ha llevado a cabo en Bagdad a las 6 de la madrugada, hora local, del día 30 de diciembre, sólo puede ser calificada como un asesinato. En un país ocupado por las tropas estadounidenses e inglesas, con un gobierno títere al servicio de la Casa Blanca, el juicio al que fue sometido Sadam no contó con las mínimas garantías jurídicas que establecen las normas básicas del Derecho, tal como denunciaron en su momento diversas organizaciones defensoras de los derechos humanos y civiles. Ni el tribunal era independiente ni la sentencia podía ser imparcial. Todo estaba dictado de antemano.



Carlos Hermida



El ahorcamiento de Sadam Hussein ha sido una venganza personal de George Bush. Incapaz de obtener una victoria militar en Irak, con un ejército que se desangra ante la creciente resistencia del pueblo iraquí, desenmascaradas ante la opinión pública mundial las mentiras sobre las armas de destrucción masiva y puestas al descubierto las brutales torturas y violaciones de derechos humanos cometidas por la CIA y el Ejército estadounidense, Bush ha decidido castigar al que consideraba culpable de todas sus frustraciones y descalabros políticos y militares. Aunque tampoco hay que olvidar el objetivo estratégico: eliminar a un dirigente que en un futuro habría podido aglutinar a todos los grupos de la resistencia sobre la base de una política de unidad nacional para conseguir el restablecimiento de la soberanía e independencia de Irak.

La Administración estadounidense ha vuelto a cometer un error, porque la ejecución de Sadam no va a conseguir la pacificación de Irak ni mucho menos traerá la estabilidad a Oriente Medio. Por el contrario, va a agudizar los odios contra Estados Unidos e Israel e incrementará la lucha armada de los iraquíes. Este crimen, del que es responsable Bush, pero también los gobiernos europeos que apoyan la política de Estados Unidos y permiten las operaciones clandestinas de la CIA en Europa, tendrá consecuencias graves e imprevisibles por la vía de radicalizar a sectores amplios del mundo musulmán, que sentirán la ejecución del líder iraquí como una humillación añadida a la ocupación y devastación de Irak.

El imperialismo estadounidense ha vuelto a mostrar por enésima vez su verdadero rostro. El del terrorismo de estado y la doble moral. Pinochet, el sanguinario dictador auspiciado y protegido por USA ha muerto en su cama, librándose de un proceso judicial que, al menos, hubiese sido una compensación moral para las víctimas de su cruel dictadura militar. Y se ha librado porque no ha existido voluntad política para someterlo a un juicio. Sadam Hussein ha sido ahorcado. ¿Cuál fue su delito? ¿La represión sobre los kurdos? ¿La persecución de los opositores políticos? No. Esos son los argumentos y las excusas que emplean los grandes medios de comunicación para convencer e intoxicar a la opinión pública. Incluso si las acusaciones fuesen verdaderas, no constituyen la causa real de la condena. Su crimen, su imperdonable crimen, fue oponerse en un determinado momento a los designios de Estados Unidos y de sus intereses petrolíferos. Así se hace y se escribe la Historia.

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